Las sociedades evolucionadas de nuestro tiempo tienden a evaluar las cosas por su utilidad y si algo no sirve, encuentran natural tirarlo.
Sin embargo, si estamos aquí es porque hemos dado miles de pasos en la evolución y en el desarrollo y si al ser humano le debe importar la Historia, que efectivamente le debe, es importante no borrar del todo las huellas para poder recomponer los pasos para describir cada historia menor.
Cuando los cambios eran muy lentos, la actividad humana y los útiles y máquinas con los que se ha ejercido son bien conocidos y quedan descritos en la Literatura. Los pasos no se han perdido. Basta ver la cantidad de partes, cada una con su nombre, en que se dividen los útiles y los productos que se fabricaban con ellos para comprobar la verdad de lo anterior. Es curioso comprobar los sustantivos que salen de las partes de una simple llave clásica de cerradura de puerta, o los que se derivan de un cepillo de carpintero.
Por contra, en nuestro tiempo es muy frecuente no disponer de palabras para nombrar los productos que fabricamos o sus partes y, por desgracia, caemos en hacerlo con palabras inglesas. Es la enorme velocidad de cambio que padecemos la que origina esto. De un producto pasamos a otro antes de asimilarlo y ponerlo nombre, de una forma a otra, etc., etc., y los pasos del hombre tienden a perderse con facilidad.
Pensemos en un aparato receptor de radio de lámparas. No sirve hoy para nada ni su tecnología tampoco. Si no quedasen aparatos y no guardásemos alguno, casi podemos decir que se acabarían saliendo de la Historia.
Lo mismo ocurre con los medios de producción, con las fábricas. Había talleres que tenían centralizado el accionamiento: una sola máquina de vapor o turbina hidráulica movía uno o varios árboles de transmisión llenos de poleas, desde las que se movían las máquinas que precisaban de energía mecánica para su funcionamiento. También existían talleres con una larga serie de forjas pequeñas con soplantes accionados a mano donde cada equipo de operarios fabricaba piezas de acero que necesitaban un proceso de forja. Hoy en día cada máquina dispone de una serie de motores eléctricos que atienden a su funcionamiento y en una planta de microfusión con molde a la cera perdida se producen pequeñas piezas de acero en cantidad insospechada.
Si la industria achatarra los medios de producción que se quedan obsoletos, que es lo normal, el día de mañana costará poner en claro cómo se trabajaba en un taller del siglo XIX. Los edificios quedarán, probablemente, porque podrán destinarse a otros usos, o porque es más cómodo abandonarlos que derruirlos, pero la maquinaria e instalaciones productivas son más difíciles de conservar por el proceso natural de las actividades humanas.
Los Ingenieros Industriales y sus Asociaciones, hace muchos años que dedicamos esfuerzo y recursos para salvar cuantas instalaciones industriales podemos y para defender la importancia de estas piezas que forman parte de nuestro Patrimonio Cultural y que cualquier sociedad desarrollada debe exhibir y catalogar adecuada y respetuosamente.
El Patrimonio Industrial de la Región de Murcia
Con motivo del XXV aniversario de la Asocación y del Colegio de Ingenieros Industriales de la Región de Murcia, estas dos entidades nos propusimos revisar el rico patrimonio industrial de nuestra Región con el resultado de este interesante libro.